Una nueva mirada a nuestro origen y diáspora romaní.
por Ronald Lee.
Hasta
los leones tienen historiadores. Las historias de caza siempre glorificarán a
los cazadores.
Proverbio africano.
Un
pueblo misterioso y los pseudo-egipcios.
Durante
casi quinientos años, desde que los romaníes aparecimos en Europa a fines del
s. XIV y principios del XV, los europeos se han estado preguntando de dónde
hemos venido. En aquel entonces, incluso nosotros habíamos olvidado nuestros
orígenes asentados en la región central del norte de la India, si bien en 1422
algunos romaníes recién llegados a Europa le dijeron a los italianos de Forli
(Italia) que su patria original era la India (Muratori, 1731, vol. XIX:
890). Pero esta información estuvo sepultada entre los archivos hasta hace poco
(Informaciako Lil 7-9, 1992). Nuestro origen indio comenzó a
reconocerse recién a partir de fines del s. XVIII, en medio de un selecto grupo
de eruditos, entre los que se encontraba el pionero Heinrich Grellman. Y este
hecho luego se propagaría lentamente gracias a lo que llegó a conocerse como
los Gypsy Studies o ‘estudios gitanos’, a finales del
s. XIX y principios del XX, fecha en que aquella iniciativa se vio monopolizada
por la asociación británica: Gypsy Lore Society (GLS).
La
GLS era un vacilante grupo de racistas con sentido paternalista y victoriano
que fue fundado en 1888 y que surgió como vástago de los orientalistas de aquel
entonces. Su publicación: la Journal of the Gypsy Lore Society, una
mezcla de erudición académica de la época junto a divagaciones literarias de
excéntricos y aficionados con dinero, pronto se convirtió en la principal
fuente de información sobre el pueblo romaní; principalmente sobre aquellos
asentados en las zonas británicas, consideradas por tales estudiosos como la
punta del iceberg demográfico de los roma. De esta manera, a fines
del s. XIX se encontraba ya establecido el escenario que logró definirnos de
manera errónea y estereotipada por personas ajenas a nuestra cultura. Y tal
mirada se vio hábilmente fomentada por una larga lista de pobres escritores que
elaboraron interminables series de novelas románticas -acerca de gitanos con
los que nunca se reunieron- y que pronto se convirtieron en la principal fuente
de información para las personas menos preparadas; sucedió así hasta que fueron
reemplazadas en su tarea por películas como Golden Earrings y Hot
Blood, y luego por los varios estrenos difundidos por la caja boba. A
finales del s. XX, y tras la muerte de la venerable paṇḍita Dora Yates a
los 95 años de edad (en 1974), la añeja, desdentada y moribunda GLS
gradualmente se vio transformada por la naciente y académica Young Turks of
Neolorist Gypsy Studies en lo que ahora es conocido por los
activistas romaníes como ‘la industria gitana no-romaní’.
A
pesar que nuestro origen en la India ha sido demostrado sin dejar lugar a dudas,
incluso en la actualidad [2009], en la era de internet, todavía persiste la amplia
y totalmente errónea creencia de que ¡provenimos de Egipto! Recientemente vi un
libro infantil que muestra a la esfinge, las pirámides, faraones, camellos y
un vardo (caravana) anglo-romaní grabado y decorado junto a
un romanichel que está sentado y tallando perchas
de madera en algún retirado lugar; imagen muy al estilo de George Borrow y de
los novelistas románticos que afirmaban “con toda autoridad” que “los gitanos
provienen de Egipto”. ¿Cómo comenzó toda esta suerte de mitología?
Antes
de la llegada del pueblo romaní a Europa, los venecianos y empresarios de la época
ya habían traído gente de piel oscura del Medio Oriente a fin de que realizasen
acrobacias y malabares, para que tocasen música y bailasen; y ya que estos primeros visitantes fueron torpemente llamados ‘egipcios’ debido a que procedían del
Imperio Mameluco, los roma posteriomente también serían identificados con ese mismo apelativo. En inglés se les llamó egyptians,
palabra que luego fue abreviada como gypsian y finalmente
como gypsy. Otros grupos romaníes llegaron a Europa Central y del
Este desde una región situada en el Peloponeso griego llamada ‘Pequeño Egipto’,
lugar en donde en el s. XV eran conocidos como romiti, denominación
que compartían con otros grupos provenientes de Anatolia, en lo que ahora es
Turquía. Ambas regiones eran conocidas también como Kleine Ægypter en
alemán, que significa ‘pequeño Egipto’ o ‘Egipto menor’. Existe evidencia,
además, de que estos primeros roma en Europa se valían de una
estratagema económica por la que decían ser penitentes egipcios que estaban
realizando un peregrinaje de expiación. A causa de esa presentación recibían
las limosnas de las iglesias, pues era práctica común dar donaciones a los
peregrinos y penitentes en su búsqueda o travesía religiosa. Probablemente
algunos de los grupos que llegaban hayan adoptado también esta estratagema
durante su estancia en el Imperio Bizantino, en donde había verdaderos grupos
de cristianos egipcios (coptos) que se habían refugiado en el lugar huyendo de
las invasiones musulmanas y de los levantamientos en el propio Egipto. En Bizancio,
desde el principio los roma fueron erróneamente definidos como athinganoi o atsingani,
término griego que significa ‘no tocar, intocable’, y que hacía referencia a
una antigua secta de místicos persas que había huido de la conquista árabe
sobre su suelo original durante el s. VIII. El término fue adoptado luego por
muchas lenguas europeas para definir al pueblo romaní, bajo formas como cigani;
en Grecia y los Balcanes se usó el término gyifti, gupti o kibti,
que hace referencia a los coptos o egipcios.
Recientes
estudios dirigidos en la India por especialistas de tal país, y en Europa por
académicos romaníes y no-romaníes, finalmente han destrozado el mito egipcio y
han confirmado los orígenes del pueblo rom en la India. Los
escritos contemporáneos de Firdawsi -escriba persa de la corte de Mahmud de Ghazni-
y otras crónicas de la época prueban más allá de toda duda que nuestros orígenes
están en la India; si bien no fuimos un específico grupo indio, ni procedemos
tampoco de una sola casta o siquiera a un solo pueblo. En el s. XI hubo un
grupo de pequeños reinos en Gurjara, en la zona noroccidental de la India, en
lo que fue la Confederación Rājaputra. Se trataba de sociedades de estilo
feudal, compuesta por una casta de hacendados-guerreros (kṣatriyas) y
por una población de sustento: los vaiśyas, quienes eran los obreros y
artesanos que hacían el trabajo rudo para satisfacción de la casta gobernante y para los brāhmaṇas (sacerdotes).
Algunos [de tales vaiśyas] fueron granjeros, cultivaban campos y
trabajaban con animales; otros fueron orfebres, actores, artesanos, plateros,
hojalateros y lavanderos/as. En otras palabras, eran la gente necesaria para
conformar una sociedad de trabajo que sustentase el ocio de los acaudalados.
Cada
familia y cada clan perteneciente a las subcastas tenían una específica ocupación
o profesión (jāti) que era practicada por los hombres en su conjunto. Se
trataba de un ordenamiento que formaba parte de la religión hindú y que se
sustentaba en las Leyes de Manu; pues todo aquel que pertenecía a una casta
particular y que tuviese un jāti dentro de esa casta debía realizar
una función específica, realizar un tipo específico de trabajo. Esta es,
precisamente, la manera en que los roma asentados en Europa han
sido subdivididos en el pasado. Cada familia y cada clan poseía determinadas
destrezas que legaban de una generación a otra; tal es el caso de los músicos,
de los comerciantes de caballos, de los ladrilleros, de los herreros, etc. Es
muy probable que ciertos grupos de la población de sustento original de aquella
sociedad de trabajo perteneciera a un conglomerado de personas llamadas ḍomba (en singular ḍom,
‘hombre’), término que significa ‘pueblo’ o ‘seres humanos’.
Cada
uno de aquellos pequeños reinos del Rājaputra estaba regido por un ṭhākura o
pequeño rey; y éstos a su vez servían a un rey elegido por ellos mismos y que
era el gobernante supremo. La palabra thagar es la variante
de ṭhākura, y la misma existe todavía en algunos dialectos romaníes
para expresar al ‘rey’ o ‘líder’ [de la comunidad].
Mahmud
de Ghazni y la diáspora romaní.
A
principios del s. XI, en lo que ahora es Afganistán y luego de haber sido
derrocado el califato árabe a fines del siglo anterior, surgió una dinastía
turco-musulmana llamada Imperio Gaznávida. Ya establecidos en aquel entonces,
los gaznávidas comenzaron a hacer incursiones en la India bajo su líder, Mahmud
de Ghazni, y entraron en conflicto directo con la Confederación Rājaputra.
Hasta 1192 se dieron constantes batallas, saqueos, destrucción de pueblos y
ciudades, produciendo como consecuencia la ruptura de la unidad de los
territorios rājaputra. Tales incursiones anuales de Mahmud de Ghazni (favorecidas
por el clima) daban como resultado el saqueo y la destrucción de templos, la
captura de esclavos y la devastación del paisaje. Luego de vencerlos, Ghazni
permitió que los pequeños reinos existiesen como estados vasallos, bajo
tratados que demandaban el pago de un tributo anual para financiar la expansión
de su corte y de sus ejércitos, pues apuntaba a la conquista de Persia. El
tributo incluía elefantes con sus respectivos mahautas o
conductores, metales preciosos y diversos productos.
Junto
al reclutamiento de ingenieros, de artesanos y de otros profesionales de la
India con el fin de diseñar y supervisar la expansión de Gazna -la capital de
su imperio- y de su corte, Mahmud de Ghazni reclutó también un vasto número de
tropas de los vencidos reinos rājaputra, a quienes se les llamó ghulam o
‘soldados protegidos/esclavos’. Estos mercenarios, lo quisiesen o no, fueron agrupados
bajo una unidad étnica dentro del ejército gaznávida; y los hubo quienes fueron
incluso guardias personales de Mahmud de Ghazni. Estos guerreros tenían a su
vez su respectivo séquito militar, cuyos miembros -siendo hombres de combate-
traían a su vez a sus mujeres e hijos junto con ellos. Las esposas de los
soldados rājaputras se dedicaban al cuidado de las personas durante
la noche, acercándoles agua a las tropas y realizando diversas tareas de apoyo que
eran necesarias dentro de la estructura militar.
Se
dice, además, que algunos de tales kṣatriyas de la India llegaron
incluso a ser generales del ejército de Mahmud de Ghazni. Muchas de las tropas
y sus respectivas compañías, además de su séquito de seguidores (como músicos,
comerciantes, porteadores de sal y de agua, líderes religiosos, etc.), fueron
asignadas a la guarnición de Khurasán, al este de Persia. Las unidades de
tropas étnicas que retenían su propia religión y su lenguaje comunitarios -y
que por ende eran políglotas y multiétnicos- fueron comunes en los ejércitos
gaznávidas e incluían no sólo a gente de la India sino también a los
paganos cumanos o turcomanos de las estepas, a árabes, kurdos y diversos
grupos más. Con frecuencia los prisioneros de batalla eran reclutados para
reemplazar a los gaznávidas perdidos en las contiendas; y tal como en otros
imperios (desde el imperio persa, el romano y hasta el británico), los hombres
de combate del pueblo vencido y ya colonizado eran incorporados al ejército de
los conquistadores. La mayoría de los soldados de aquellos tiempos servían a
sus amos por interés al saqueo y no a causa del deber o el patriotismo, a menos
que tuvieran que defender sus hogares y sus familias. Diversas bandas de
mercenarios y de tribus nómades se unían a la campaña y, si se lograba la
victoria y sobrevivían, retornaban a sus hogares cargados con el botín y
llevando esclavos; en caso contrario, huían sin haber saqueado nada.
Una
palabra de origen sánscrito para señalar al soldado en algunos dialectos
romaníes es lur/lurdo, que significa ‘saqueador’, y es el
participio pasado del verbo lurel-saquear, robar (la palabra
sánscrita luṇṭhayati-saquear, se transforma en el hindi luṭanā
y nos da el término inglés loot-saquear). Con posterioridad veremos
en la historia que las conductas de los ejércitos no mejorarán demasiado: durante
la Guerra de los Treinta Años del s. XVII, mercenarios “católicos” y
“protestantes” saqueaban y asesinaban a cualquiera que fuese incapaz de
alejarse de su camino a medida que marchaban en los alrededores del occidente y
centro de Europa bajo el compartido estandarte de Jesús. De esa manera dieron
lugar a la rapiña, la muerte, la devastación y al vuelo circular de los buitres
a medida que avanzaban.
En
1038, los turcos oğuz, posteriormente conocidos como selyúcidas, cruzaron
el límite marcado por el río Oxus. Probablemente presionados a salir de las
estepas por otros bárbaros más numerosos y temibles que ellos, entraron en la
región gaznávida de Khurasán buscando pastos verdes para sus ganados y un lugar
tranquilo en donde vivir en paz. Este hecho significó una clara invasión al
territorio gaznávida y dio lugar a una serie de batallas que culminaron en una
contienda de tres días: la Batalla de Dandaqan (1040), un lugar próximo a la
ciudad de Merv. En esa batalla, los gaznávidas estaban bajo el mando de Mas'ud
(el hijo de Mahmud de Ghazni con pocas dotes militares) y fueron derrotados de
manera abrumadora. Lo que sucedió con las tropas indias sobrevivientes y con
sus respectivos séquitos no resulta del todo claro, excepto que muchos de ellos
subsistieron y muchos otros quedaron al servicio de sus captores. Sin embargo,
sí está documentado y hay una incontestable evidencia de que, poco después de
aquella batalla, hordas de refugiados huyeron al occidente para escapar de los
turcos. Y hay referencias de indios en el reino oriental de Armenia no mucho
después de la Batalla de Dandaqan.
La
existencia de un conjunto de palabras tomadas del armenio que han logrado
sobrevivir en todos los dialectos romaníes de Europa (como ambrol-pera, anguštri-anillo, bov-estufa),
sugieren que las mismas fueron recogidas en Armenia antes de que los roma partieran
de la zona hacia la Anatolia bizantina de habla griega y luego hacia las
Balcanes en lo que fue una serie de migraciones que abarcaron un periodo de
200-300 o más años. Es posible, además, que los así llamados “gitanos lom”
que en la actualidad viven en Armenia desciendan de las familias romaníes que
optaron por quedarse allí; aunque el registro lingüístico del lomavren, lengua
que hoy contiene sólo elementos básicos de palabras indoarias, no puede aprobar
ni desaprobar esta conjetura de manera definitiva.
El
reino oriental de Armenia pronto se vio sujeto a las incursiones de los turcos
selyúcidas, quienes finalmente lo sometieron en la Batalla de Ani, en 1064,
forzando así a un numeroso grupo de armenios -y probablemente también a algunos
indios- a emigrar al occidente, a Cilicia, que se encontraba bajo el estado
protector de Bizancio. Los turcos comenzaron luego a avanzar sobre Anatolia,
que pertenecía al Imperio Romano de Oriente (o Bizancio, como es más comúnmente
conocido). El ejército bizantino fue derrotado en la Batalla de Manzikirt en
1071, y los selyúcidas establecieron el Sultanato de Roum -también conocido
como Iconium- en Anatolia. Hacia 1192, el Sultanato de Roum había tomado la
mayor parte del Imperio Bizantino en Anatolia, excepto Nicea, Constantinopla y
el Imperio de los Balcanes sobre el Bósforo. Los indios, que ya mucho antes
habían entrado a esta región, se encontraron en aquel suelo de habla griega
dominados por los turcos selyúcidas que utilizaban el persa como lenguaje
administrativo.
Como
soldados del ejército gaznávida, los indios -que hablaban una mezcla de dialectos
indoarios- pronto adoptaron una lingua franca militar basada
en sus lenguas nativas mezcladas con muchas palabras de origen persa. Ese fue
el koiné militar usado por los gaznávidas para comunicarse con los individuos y
tropas indias bajo su mando. Por supuesto que no se trataba de la lengua nativa
de nadie sino de un lenguaje de campo usado para la comunicación entre tropas
que hablaban de manera diferente o que se expresaban en diversos lenguajes
nativos. Este koiné militar continuó existiendo hasta mucho después de que las
tropas indias dejaran su tierra en el s. XI. Y a lo largo del s. XVI, bajo los
conquistadores mongoles, esta lengua evolucionó hacia el urdu: el koiné militar
utilizado por los mongoles y que más tarde se convirtió en el urdu-hindustaní,
adoptado por el tardío rāja británico para sus políglotas
cipayos y para sus nativos administradores coloniales. El urdu es actualmente la
lengua de Pakistán.
Los
indios se convierten en romas.
Llegados
a este punto, los expatriados ghulams (soldados por contrato)
y sus séquitos se veían a sí mismos como indios desplazados de su lugar de
origen, verdaderos refugiados; pero en el Sultanato de Roum comenzaron a verse
como personas con derecho propio debido a que ya los ancianos habían muerto y
las recientes generaciones estaban naciendo fuera de la India. Fue así que
fueron perdiendo su identidad india y adquirieron la identidad del roma,
es decir de ‘adultos’ o de ‘personas’, pues la palabra rom significa
en romaní ‘adulto, casado’. Muy probablemente se subdividieron en varios clanes
según sus ocupaciones específicas o jātis, tales como comerciantes
de animales, orfebres, canasteros, músicos, etc.; añadiendo, además, otros
nuevos oficios según se daban nuevas estrategias económicas que los movían a abandonar
los viejos métodos de trabajo (un rasgo de identidad que ha perdurado hasta la
actualidad en diversas regiones).
De
manera contraria a lo que muchos “especialistas” han escrito, el tráfico de
caballos no fue una profesión que los comerciantes romaníes pudieron haber
seguido en la India, ya que allí los animales de trabajo eran el elefante y el
buey (también descrito como ‘toro’); luego, es más posible que nuestros
ancestros indios hayan comerciado con bueyes o toros. El andar sobre caballo
fue algo importado de Arabia por los rājaputras a través de
sus intermediarios en Afganistán. La palabra romaní para designar al caballo,
de origen indio, es khuro (hindi, ghoḍa); y los
caballos -en tanto bestias de carga- y los vagones tirados por equinos lo encontraron
los inmigrantes romaníes antes que nada en Armenia. La palabra armenia grai
(caballo), y la palabra osetiana urdon (vagón), junto a los objetos
que representan, fueron adoptadas según la evolución del lenguaje y economía
romaníes. En el s. XX, las viejas labores de comercio -como las relacionadas
con los caballos- se tornaron cada vez menos viables y forzaron a los romaníes
a adaptarse y dedicarse a la transacción de automóviles y camiones, a la
recolección de chatarra y a otras alternativas de trabajo que resultaran
adecuadas, dando lugar así a nuevas formas de comercio, como los service de
automotores o las gomerías. Las mujeres, por supuesto, siempre han sido
adivinadoras, parteras, herbolarias, vendedoras ambulantes y algunas
participaban con sus familias en los grupos musicales.
En
el Sultanato de Roum, el lenguaje del grupo fue el koiné militar, el único
lenguaje “nativo” que tuvieron en común y que sus parientes usaron bajo el
dominio gaznávida; el mismo incluía un conjunto de palabras greco-bizantinas
que habían sido gradualmente adoptadas y añadidas a los préstamos persas y
armenios ya existentes. Toda aquella suma [de vocablos] se convirtió en nuestro
lenguaje nativo o romani-šib. En este nuevo entorno, habitado por
comunidades de labranza y por pastores nómades turcos y kurdos, y con unas
pocas ciudades y grandes aldeas aquí y allá, la naciente comunidad romaní
encontró un refugio para sus miembros: comerciantes errabundos, vendedores,
artesanos y músicos; en otras palabras, fueron intermediarios, vendedores,
proveedores de servicios y de entretenimiento. Obviamente, el elemento militar
dejó de ser importante; y los descendientes de los kṣatriyas,
quienes habían existido como familias o grupos, probablemente vieron de prestar
su servicio a los señores selyúcidas locales para participar en sus incursiones
y saquear a los enemigos del Islam. De esa manera, se convertirían en ghazis mercenarios
(guerreros del Islam) o en guardias personales. Sin duda, algunos lucharon
contra los cruzados como bashi-bazouks (tropas irregulares) y
tuvieron sus propios séquitos de compañía. Tales compañías en general
aumentaban su número e incluían vendedores, artesanos, comerciantes de
animales, músicos, personajes del entretenimiento y gente con cualquier tipo de
profesión que los capacitase para sobrevivir y que tuviese poca competición, pues
las había que estaban ya saturadas.
A
medida que las familias originales aumentaban su número con el correr de los
años, pequeños grupos comenzaron a emigrar hacia el oeste, a Nicea; y también a
lo largo del Bósforo, hacia Constantinopla, todos viéndose arrastrados por las
historias de riquezas de “La ciudad dorada”. Gradualmente, además, el poder de los turcos selyúcidas fue
disminuyendo y el Sultanato de Roum se vio dividido en varias entidades
pequeñas o bailías, cada una regulada por un señor distinto. Fue a causa de
este vacuum de poder que surgió uno nuevo, la de los turcos-otomanos,
quienes comenzaron a expandirse dentro del Imperio Bizantino a partir de las
Balcanes. A medida que tal ejército entraba en las Balcanes, llevaron
consigo bashi-bazouks y artesanos, estableciendo así la
presencia romaní en la región. La evidencia también menciona a los roma
sazende (a los músicos romaníes) sirviendo junto a los otomanos invasores.
Los músicos romaníes no sólo tocaban temas marciales con instrumentos de viento
y con tambores, sino que realizaban temas de entretenimiento tocando el saz turco
(un laúd de cuello largo, del que deriva el bouzouki griego),
el kemana (un tipo de violín) y varios tambores chicos; así
como el eterno zurna (una larga chirimía de doble
lengüeta) acompañado por un gran tambor o doli.
La
diáspora romaní en Europa.
A
partir de la Nicea bizantina, los roma también comenzaron a
entrar en las Balcanes alrededor del s. XIV. Y algunos grupos migratorios
vieron de desplazarse lentamente entre las regiones de habla eslava -tomando
palabras del eslavo y del antiguo serbio- hasta alcanzar Valaquia y Moldavia,
en donde añadieron unas pocas palabras rumanas a sus evolutivos dialectos
romaníes. Otros grupos de romaníes permanecieron en las Balcanes, al sur de los
principados rumanos. Esta parte de nuestra historia no puede discutirse, ya que
de aquí en más se haya bastante registrada, si bien no siempre de manera acertada.
Está el hecho, además, de que todos los dialectos romaníes hablados o
registrados desde Gales (Gran Bretaña) hasta Siberia contienen las mismas
palabras prestadas del persa, el armenio, el griego bizantino, el eslavo
antiguo y el rumano.
Una
de las indicaciones de nuestro pasaje por las Balcanes es la aparición del
término eslavo-rumano puška /pusca-arma de fuego, que
aparece en varios dialectos romaníes sobrevivientes o registrados durante la
primera oleada (hacia el 1400-1500 d.C.) en Escocia, Holanda, España, Hungría,
Polonia y Eslovaquia. Esto indicaría que las primeras armas de fuego se
hallaban en uso cuando pasamos a través de aquellas regiones y adoptamos la
palabra y el ítem que representa. Tras alcanzar Rumania, pequeños grupos
de romas se dispersaron en varias direcciones, cada cual con
su propio líder -a quienes las crónicas europeas señalan como “condes” o
“duques”- e hicieron su presencia en todos los países de Europa. Hacia el s.
XVI estábamos en todas partes, desde las Islas Británicas y España hasta muy al
este, en lugares como Polonia y el occidente de Rusia; al norte estábamos
incluso en Noruega y al sur en Grecia. Muchos roma permanecieron
en Valaquia y Moldavia, en donde pronto fueron esclavizados debido a su valor
económico como artesanos y obreros. Allí fueron sometidos a una servidumbre
realmente brutal, tal como lo fueron los esclavos del África a manos de las
colonias españolas, portuguesas, francesas e inglesas asentadas en América; lo
fueron hasta la llegada de la slobuzhéniya, o día de la
liberación, en 1864.
Los
historiadores se refieren a este éxodo, migración y dispersión del pueblo
romaní como nuestros orígenes y diáspora. Nos originamos en la región central
del norte de la India, emigramos a principios del s. XI a través de Afganistán
(Ghazna) como tropas ghulams con sus respectivas compañías;
pasamos por Persia, Armenia, Bizancio, el Sultanato de Roum, Grecia, el reino
de Serbia y a través de lo que ahora es conocido como Rumania hasta llegar a la
región central de Europa. Luego nos separamos en grupos más minúsculos y
hallamos nuestro camino en dirección a todos los países restantes del viejo continente.
En
la zona centro-oriental de Europa y en las Balcanes, el pueblo romaní adoptó la
identidad de romas, y a través de la emigración hizo lo mismo en el
nuevo continente e inmediatamente después en todas partes del mundo. Hasta
donde sabemos, aquellas gentes de la primera oleada migratoria no usaron este
término para autodesignarse. Para ellos, rom significaba
‘esposo, adulto casado’ y no implicaba etnicidad; la palabra roma señala
simplemente al adulto maduro, casado. Algunos romaníes del occidente de Europa
se definen a sí mismos como kale (España, Gales y
Finlandia), romanichel (Francia e Inglaterra; en el primero se
llaman también manuš) y sinti (probablemente del
alemán reisende-viajero; lo usaron en Alemania/Austria y,
posteriormente, a través de la migración, en Italia y en otras partes de
Europa). Otros grupos de la primera oleada eligieron otras definiciones para
autodenominarse, pero todos nosotros, sin importar como gustemos llamarnos, somos
ocasionalmente agrupados bajo el término “gitanos”; en inglés somos denominados
de manera más general como Gypsies, con una ‘g’ capital. Lo
que este término significa, aparte de ser una contracción de ‘egipcio’, nunca
ha sido claramente definido, excepto que para los gadje o
extraños significa ‘los otros’ que no son ‘nosotros’. Incluso la Gypsy Lore
Society, quien asumió la tarea de definirnos, clasificarnos y diseccionarnos
clínicamente, no pudo lograr una mejor definición que esa peripatética designación;
la misma que pareciera realmente ‘muy patética’ en una era en que el 90% de la
población autorizada a definirse como romaní es sedentaria y se desplaza
únicamente debido a la sistemática discriminación, persecución y/o limpieza
étnica.
Es
muy probable que los no-romaníes ya graduados que salgan de las modernas
universidades sean más peripatéticos que los propios romaníes si se limitan a
girar en torno al circuito académico que busca aquella definición tan elusiva.
Más aún, puesto que como pueblo hemos vivido en Europa y compartido -por
desgracia como víctimas- no solo su historia de racismo, persecución y el
Holocausto, sino que también hemos contribuido a su desarrollo y a las artes
toda vez que se nos ha permitido, estamos autorizados a reclamar la identidad
europea. Los romaníes hemos estado viviendo en las Balcanes y en la mayoría de
los países del viejo continente durante mucho tiempo, mucho antes que cualquier
europeo comenzara a establecerse permanentemente en América. En 1492, cuando
Colón se preparaba para su fatal viaje de descubrimiento (fatal para los
nativos de las Américas), los herreros romaníes se encontraban fundiendo balas
de cañón para el ejército español que estaba asediando la ciudad de Granada,
¡la última fortaleza mora en España!
Antes
de arribar a Rumania estuvimos prácticamente viajando juntos (al menos en una migración
de saltos intercalados), como un solo pueblo y hablábamos una sola lengua
romaní casi en común. Cuando nos dispersamos por los países de Europa perdimos
nuestra unidad como pueblo y nuestra compartida lengua se fue desintegrando en
diversos dialectos debido a que vivíamos en diversas regiones, rodeados siempre
por no-romaníes que hablaban muchas otras lenguas; lenguas de las que nos
apropiamos debido a los nuevos ítems y conceptos que reflejaban. Y debido a que
los roma que vivían en Rusia nunca se reunían con los de
Grecia o con los romanichel de Gran Bretaña y viceversa, el
contacto cercano y nuestra identidad universal finalmente se perdieron. Por
carecer de un lenguaje escrito y de una élite educada, los romaníes se
desarrollaron como un grupo de estricta oralidad autóctona. De esta manera, los
diferentes grupos de romas que existen hoy en día, que hablan
diferentes dialectos y viven en diferentes países, son el resultado de nuestra
historia después de haber llegado a Europa.
Cuando
entramos al viejo continente éramos un solo pueblo llamado roma o romiti,
que tenía un origen en común en la India y una sola identidad romaní desde
Anatolia. En la actualidad, tenemos una historia compartida de rechazo y
persecución en Europa, y una inclusión compartida en “la solución final” de
Hitler como “seres vivos indignos de vida”. Como dicen los roma europeos:
Ande
l'bova sa samas jekh
En
el crematorio todos fuimos uno.
Hoy
en día [2009] compartimos una exclusión por toda Europa que rápidamente se está
volviendo más fascista dentro de un tiempo así llamado “la década de la
inclusión romaní”.
¿Cuándo
fue que dejamos la India?
¿Cómo
podemos saber cuándo dejamos la India? Los especialistas europeos con
frecuencia sostienen que la dejamos en diferentes momentos hace unos 500 años o
mucho más. Pero esta afirmación no se ve sustentada por la evidencia. El
lenguaje romaní es un koiné derivado de un grupo de lenguas de base sánscrita,
como el punjabi, hindi, bengalí, multaní y otras más. La mayoría de estas
lenguas se desarrollaron en forma paralela. Y el análisis lingüístico muestra
que los lenguajes que aportaron al koiné militar pertenecían a una categoría
que gradualmente redujo sus tres géneros a solo dos: abolieron por completo el
viejo género neutro y reclasificaron casi todas las palabras neutras como
masculinas. El romaní también posee dos géneros y muestra las mismas palabras
de género masculino relacionadas con las lenguas indias. Incluso hay una misma
palabra antigua, de género neutro, que se convirtió en femenina tanto para el
romaní como para las lenguas indias de doble género. Se trata del término
romaní jag-fuego. Lo que esto nos indica es que nuestros ancestros
dejaron la India cuando hablaban lenguas que tenían solo dos géneros, se trata
de una evolución lingüística que no estuvo completa sino hasta bien entrado el
s. X (Hancock, 1999).
Los roma europeos,
por lo tanto, no pueden descender de los legendarios músicos luri,
quienes supuestamente fueron enviados a Persia cerca de cinco siglos antes del
año 1001, antes de que comenzaran las incursiones de Mahmud de Ghazni al norte
de la India y antes que cualquier otra migración india, como la de los jatts en
el s. IX, bajo el califato árabe que precedió a los gobernantes gaznávidas en
Afganistán. Si así hubiese sido, los roma mantendrían los tres
géneros antiguos; los cuales, de hecho, muestran su evidencia entre los ḍomari,
quienes se valen de un registro indo-árabe hablado en Oriente Medio y que
desciende de una migración india mucho más temprana (Hankcock, 1999).
Solamente
hay un grupo en la India que demuestra estar conectado con la migración
ancestral de los roma y el mismo se encuentra entre ciertos
clanes banjaras (especialmente los lāvanīs o
porteadores de sal), pues las antiguas leyendas banjaras cuentan
que algunos de sus clanes se fueron de la India para servir a Mahmud de Ghazni
y nunca regresaron. Esto, obviamente, tendría sentido. Siendo porteadores de sal
y de agua, y también como pastores, mucho banjaras fácilmente podrían
haber sido incluidos entre las compañías de las tropas ghulams debido
a que ya habían realizado estas funciones para los ejércitos dentro de la
India, lo habían hecho antes y mucho después de que los ancestros de los roma hubiesen
partido. Se dice, además, que los romaníes de España realizaron un servicio
similar, llevando provisiones para el ejército hispano durante varios momentos
del s. XVI (Leblon, referencias varias).
Los
orígenes del paternalismo racista y la creación del estereotipo gitano.
Desde
nuestra llegada a Europa, los estudiosos de este continente han tratado de
definirnos por lo que hemos sido en Europa a lo largo de sus vidas. Es el inicial
y particular caso de Heinrich M. Grellman, en el s. XIX, quien describió a
los roma con palabras que señalaban a una repugnante especie
de bichos destinados a la extinción en un “civilizado régimen europeo” (Die
Zigeuner. Ein historischer Versuch über die Lebensart und verfassung -
Dessau and Leipzig, 1807). Sus discípulos nazis ciertamente hicieron lo
mejor que pudieron para llevar a cabo su pensamiento ¡bajo “el civilizado
régimen europeo” de Hitler!
Grellman
y otros eruditos europeos (sic) asumieron que nosotros siempre habíamos
sido lo que ellos consideraban una baja casta de nómades, incluso en la India.
Esto dio lugar a la arrogante creencia europea de que todos nuestros ancestros
fueron los ḍomba basándose sólo en la palabra rom,
a la que estos “estudiosos expertos”, que nunca habían visitado la India,
definían como “una baja casta de mendigos, ladrones, prostitutas y cavadores de
tumbas” (la palabra en realidad significa ‘pueblo’ o ‘seres humanos’, según el
Prof. Donald Kendrick). La definición de un diccionario nos dice lo siguiente
sobre los ḍom:
[...]
casta muy baja que representa cierta antigua raza aborigen extendida por toda
la India. Realizan oficios como el transporte de cadáveres, la remoción de
basura y tareas similares (Hancock Ian, 1995 - A Handbook of Vlax
Romani, p.19).
Los ḍom de la India históricamente han sido una casta nómade
de músicos y personajes del entretenimiento, gente de diverso origen étnico y
religioso y no una sola “raza” (sic). Se dice que ellos se
anticiparon a la llegada de los indoeuropeos a la India, aunque posteriores
grupos ḍom incluyeron miembros indios, paganos y musulmanes.
Más aún, los ḍom son descritos realizando muchas formas de
comercio: como herreros, músicos, vendedores ambulantes, granjeros, etc. A la
vez que es difícil dar por sentado el verdadero significado de ḍom tal
como es usado en la India, al menos desde fuentes occidentales; los ḍom o ḍomba poseen
también su propio lenguaje ancestral, que todavía lo hablan cerca de 200 mil
personas y no está basado en el sánscrito, como el romaní. Se dice que
los ḍom originales tenían su propia religión, con frecuencia
descrita como “pagana”. No es improbable que ciertos ḍom puedan
haber sido parte del conglomerado que eran las compañías en las unidades ghulam al
servicio de los gaznávidas, y que como tales sus descendientes puedan haber
adoptado el koiné militar de Ghazna. También es posible que, dentro de la
India, los ḍom vinieran a significar más una imprecisión tanto
dentro como fuera del sistema de castas antes que un preciso origen, etnicidad,
profesión o estilo de vida.
Mis
intentos por descubrir el verdadero significado de ḍom en
internet y otros lugares han resultado en una confusión total, en una miríada
llena de contradicciones. Puede que finalmente rom derive
de ḍom, pero en tanto no lleguemos a una definición significativa
de este último término, el problema debiera dejarse de lado hasta que futuras
investigaciones lo resuelvan. Algunas autoridades tienden a creer ahora que rom puede
provenir de romiti, el nombre de las comunidades que vivían en el
Sultanato de Roum o Rum; pero se deja de lado el hecho de que rom significa
‘esposo o adulto casado’, significado que el ḍom no posee y
que nunca parece haberlo tenido en la India. Ciertos lingüistas han señalado
que el sonido de la letra ‘d’ en sánscrito es similar al sonido de una ‘r’ en
romaní, al que muchos romaníes escriben hoy como ‘rr’. Irónicamente, aparte de
la palabra rrom y sus derivados (como de la palabra rroiyi-cuchara),
hay un listado de palabras -a las que he logrado compilar- que utilizan la ‘rr’,
pero casi todas derivan de lenguajes europeos y no del sánscrito o de lenguas
locales derivadas del mismo, como por ejemplo rradika-rábano, rraka-cangrejo, rrakija-whisky
y rrubizla-ruibarbo.
Algunos
investigadores no-romaníes han intentado demostrar que los ancestros del
pueblo rom pertenecieron a las así llamadas “tribus gitanas”
de la India, como los sansis y los sikligars del Paṁjāba
(Punjab). Sin embargo, han fallado en su búsqueda de pruebas convincentes
debido a que nunca hubieron tribus gitanas en aquellas tierras sino hasta el s.
XIX, cuando los gobernantes británicos de la India los inventaron.
Históricamente, siempre han existido innumerables grupos nómades de comercio y
de pastoreo en esa tierra milenaria, pero los “gitanos de la India” son pura
creación del rāja británico, quien reunió aquellos diversos grupos
dentro de la denominación “tribus gitanas criminales” debido a los supuestos y
fehacientes robos minúsculos de productos agrícolas. Esta nueva categoría de
indios no se basó en la familiaridad de los británicos con el espacio nativo de
la India, sino en la existencia de gitanos en Gran Bretaña y en su supuesta
inclinación por robos menores en los cultivos y por su caza furtiva en tierras
del señorío inglés; de aquellos señores que entonces estaban ocupados en el
saqueo de la riqueza y los recursos de la India bajo el disfraz de ser “constructores
de un imperio”. Este hecho se expresa de manera abreviada en el refrán romaní:
O
rom corel e khajni, o gadjo corel e ferma
El
romaní roba una gallina, el no-romaní se roba la granja.
Tras
la independencia de la India, las así llamadas “tribus gitanas criminales”
dejaron de ser criminalizadas y fueron reclasificadas simplemente como
“nómades”, pero sólo para ser perseguidas por el nuevo régimen y verse forzadas
a establecerse en medio de la pobreza, la enfermedad y la basura de los
extensos barrios bajos de las nacientes ciudades en la nueva India.
La
realidad de los roma vs. el mito gitano.
Los
tradicionales roma de la actualidad siguen un estricto código
de conducta, al que los antropólogos y “gitanólogos” llaman de manera imprecisa
“código mahrime”, mientras que los propio romaníes lo
denominan rromaniya o rromanipe. Dicho en dos palabras,
mientras que los europeos en general tienen dos categorías: limpio y sucio, y
las cosas sucias pueden limpiarse mediante el lavado, los romaníes poseen tres
categorías: vužo-limpio, melalo-sucio y mahrime-contaminado,
profanado y tabú.
Los
romaníes tradicionales tienden a considerarse como una casta pura y ven a los
extraños como potenciales fuentes de contaminación. Para una persona sensata
esto bien podría ser el indicativo de una elevada casta original; más aún si se
considera que cualquier conexión con la prostitución resulta en una severa
censura social y hasta en la exclusión del grupo entre los roma y sinti más
tradicionales. Los grupos romaníes menos tradicionales con frecuencia poseen
también estrictos códigos de conducta y reglas sobre lo que está limpio y lo que
está sucio, como las reglas mokerdi de los romanichel ingleses,
la palecedo de los sinti y la magjaripe de
los roma-polska. Existe entre ellos, además, el temor general a la
contaminación de los no-romaníes, aunque quizás no de manera tan rígida como
sucede entre los kalderaš, churara, lovara, machvaya,
etc.
El
término usado para señalar al extraño es gadjo/gadzho u otra forma
parecida según el dialecto que se hable. La investigación lingüística conecta
los orígenes de este término con el sánscrito gārhya-doméstico; y
por deducción, a partir de la palabra en prácrito gajha, señala
a una persona de casta baja. No proviene, como algunos aficionados han
insistido, del término ghazni que forma parte del nombre de Mahmud de
Ghazni. Entre los nómades sansis y sikligars del
Paṁjāba, gajjha significa simplemente ‘agricultor, granjero’.
Ya que los roma tradicionalistas de la actualidad se
consideran más puros o de una casta más elevada que los no-roma, y ya
que sienten la amenaza de verse contaminados por el contacto cercano con los gadje,
podría entenderse al gadjo como una persona de una casta
inferior, lo que contradeciría la teoría de que los rom derivan
de los ḍom. Grellman y sus compañeros parecen haber pasado por alto
este sentido de pureza y de profanación en la cultura romaní; y en una época en
la que, frente a sus ojos, los sucios campesinos no-romaníes guardaban a las
aves y otros animales dentro de sus propias cabañas. Incluso las personas
adineradas lo hacían. Probablemente hasta el propio Herr Grellman,
después de cenar, con frecuencia le daba sus platos a su perro ¡para que le
limpiase las sobras! El plato estaría entonces “lavado” y ¡podría ser usado
para la cena del día siguiente! Entre los roma ese plato sería destruido
por considerárselo mahrime, capaz de contaminar.
Todas
las palabras de los dialectos romaníes de la actualidad que se relacionan con
una comunidad establecida, con la tierra y con la agricultura, son palabras
traídas de la India. Por ejemplo gav-villa, aldea; phuv-tierra; kher-casa,
hogar; vudar-puerta; guruv-toro, buey; gurumni-vaca; khajni-gallina; giv-grano,
trigo, etc. Por otra parte, las palabras que uno podría considerar que los
nómades indios tuvieron que necesitar y preservar, incluyendo la de animales
salvajes y pájaros (excepto chiricklo-pájaro en general), son
palabras tomadas de lenguas fuera de la India; como las que se utilizan para
señalar al campo, tienda, tren, primavera, tigre, elefante, águila, buitre,
etc. Dentro del romaní existen también términos militares como xanro-espada
recta, tover-hacha (relacionada con el hindi talvāra-espada
curva), bušt-lanza, khuro-caballo y patav-polainas
o protectores de la pierna; la caballería rājaputra se cubría las
piernas con polainas (pataves) o con cintas de tela para resguardarse de
los cortes que podrían producirse con los estribos de cuerda que usaban. Pero,
¿por qué los nómades sin caballos habrían de necesitar tales palabras? ¿Y por
qué las preservarían fuera de la India a menos que hubieran dejado esas tierras
siendo una fuerza militar secundada por compañías que se dedicarían a reparar y
abastecer su equipamiento de combate? Por supuesto, nadie sabe cuántas palabras
de origen indio se perdieron durante la diáspora de mil años para ser
reemplazadas con préstamos no-indios. Sin embargo, muchas de las que aún
perduran guardan claves de nuestra historia. Por ejemplo, tal como ya lo hemos
mencionado, la palabra armenia grai-caballo doméstico, muestra que
encontramos a los caballos como animales de labor en Armenia; en tanto
que petalo-herradura, procedente del griego bizantino, nos habla de
los caminos pavimentados y de las herraduras de hierro en Bizancio.
Hoy,
después de tres siglos de haber sido erróneamente definidos por los estudiosos no-romaníes
y por “gitanistas” que insertaron sus versiones en nuestra supuesta historia,
los investigadores romaníes y no-romaníes finalmente están yendo en la
dirección correcta. Espero que su línea de búsqueda pueda ser seguida por otros
y que finalmente veamos sus resultados en los libros de historia y en otras
partes [de la cultura universal]. Muchas piezas permanecen todavía perdidas,
pero la historia esencial, la estructura, ha sido ya definida; el resto vendrá
gracias a las futuras investigaciones. Y así, la vieja mitología y todas esas
interesantes “teorías” de eruditos y aficionados serán relegadas al reino de
los cuentos de hadas. Por largo tiempo hemos sido erróneamente definidos por
los extraños, ¡ahora somos nosotros quienes debemos autodefinirnos de manera
correcta!
Referencias.
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Leblon, Bernard (1995). Gypsies and Flamenco, Hatfield: University
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& Jollundur City: Sterling Publishers (P) Ltd.
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Tod, James (1920). Annals and Antiquities of Rajasthan or the Central and
Western Rajput States of India; con la introducción y notas de William
Crooke. Londres: Oxford UP.
Fuente:
-
Lee, Ronald (2009). A new look at our Romani origins and diaspora. En: kopachi.com
Nótese que ahí donde fue pertinente, he dispuesto las palabras con sus respectivos signos
diacríticos.
Imagen:
Boris Krukiow fue un artista ucraniano que llegó a Buenos Aires en 1948 y efectuó esta
idílica obra luego de casi una década de permanencia en la ciudad. Luego, ¿la
imagen se corresponderá con un verdadero asentamiento romaní situado en las
periferias porteñas o se tratará más bien de recuerdos de su Ucrania natal?
Esta podría ser una de las más
tempranas representaciones de romaníes sobre suelo argentino.